La imaginación constituye un proceso de composición compleja. Toda actividad imaginativa tiene siempre larga historia tras de si. Lo que llamamos creación no suele ser más que un catastrófico parto consecuencia de una larga gestación. Los primeros puntos de apoyo que encuentra el niño para su futura creación es lo que ve y lo que oye, acumulando materiales de los que luego usará, para construir, su fantasía. Sigue después un proceso harto complejo para elaborar estos materiales, cuyas partes fundamentales son la disociación y la asociación de las impresiones percibidas. Toda impresión constituye un complejo compuesto de multitud de partes aisladas. Consiste la disociación en trocear ese complicado conjunto, separando sus partes preferentemente por comparación con otras, unas se conservan en la memoria, otros se olvidan. De tal modo, que la disociación es condición necesaria par el juego ulterior de la fantasía.
Saber extraer rasgos aislados de un complejo conjunto tiene importancia para todo el trabajo creador del hombre sobre las impresiones. Al proceso disociador sigue el proceso de los cambios que sufren estos elementos disociados. Este proceso de cambios o modificaciones se basa en la dinámica de nuestras excitaciones nerviosas internas de las imágenes concordantes con ellas. Pero las huellas de las impresiones externas no se amontonan inmóviles en nuestro cerebro como los objetos en el fondo de una cesta, sino que constituyen procesos que se mueven, cambian, viven, mueren y en este movimiento reside la garantía de sus cambios bajo la influencia de factores internos, deformándolos y reelaborándolos.
Las magnitudes de la impresión real cambian de forma aumentando o disminuyendo sus dimensiones naturales. Buller señala con toda razón que en este proceso de modificaciones y, sobre todo, en la exageración, experimentan los niños operaciones con magnitudes desconocidas en su experiencia directa.
Acusan a la ciencia de que al avanzar arrolla a la imaginación, mientras, que en realidad, lo que es abrir campos incomparablemente más amplios para la creación científica. Vemos así que la exageración, como la imaginación en general son tan necesarias en el arte como en la ciencia y sin esta capacidad, la humanidad no hubiera podido creas la astronomía, ni la geología ni la física.
El momento siguiente en los procesos imaginativos es la asociación, o sea, la agrupación de elementos disociados y modificados. La asociación puede tener lugar sobre bases distintas y adoptar formas diferentes que van desde la agrupación puramente subjetiva de imágenes hasta el ensamblaje objetivo científico propio, por ejemplo, de la representación geográfica; momento definitivo del trabajo previo del imaginario, es la combinación de imágenes aisladas ajustándolas a un sistema, encajándolas en un cuadro complejo, el cuadro de esta función se cerrara solamente cuando la imaginación encarne o cristalice en imágenes externas.
Al detenernos solo en el aspecto del interno de la imaginación, los principales factores psicológicos de los cuales dependen estos procesos aislados se establece primero la necesidad del hombre de adaptarse al medio ambiente que le rodea. Si la vida que le rodea no le plantea tareas, si sus reacciones naturales y heredadas le equilibran plenamente con el mundo en que vive, entonces no habría base alguna para el surgimiento de la acción creadora. El ser que se encuentre plenamente adaptado al mundo que le rodea, nada podría desear, no experimentaría ningunos afanes y, ciertamente no podría crear. Por eso en la base de toda acción creadora reside siempre la inadaptación fuente de necesidades, anhelos y deseos.
Toda necesidad, todo anhelos, todo deseo por si o junto con otros puede servir así de impulso a la creación. Necesidad y deseo son meros estímulos, para inventar necesita además otra condición: el surgimiento espontáneo de imágenes. Llamando surgimiento espontáneo de imágenes a lo aparece repentinamente, sin motivos aparentes. Estos motivos existen prácticamente, pero su acción se confunde con una forma oculta del pensamiento por analogía con del estado emocional del animo, función inconsciente del cerebro.
La existencia de necesidades o de anhelos pone, así, en movimiento al proceso imaginativo reviviendo las huellas de las excitaciones nerviosas, con lo que brinda material para su funcionamiento.
Otro factor: el medio ambiente que nos rodea, en cuanto esta condición junto con necesidad y deseo determinan el material en que debe trabajar la imaginación.
Por lo que el propio proceso imaginativo se refiere, su dirección, pudiera a primera vista parecer orientada solo desde el interior por los sentimientos y las necesidades del hombre, condicionando por lo tanto a causas subjetivas, no objetivas por lo que el ansia de crear se encuentra siempre en proporción inversa a la sencillez del medio ambiente.
Todo invento por lo general, por genial que sea, es siempre producto de su época y se su ambiente. Su obra creadora partirá de os niveles alcanzados con anterioridad y se apoyara en las posibilidades que existen también fuera de él. Por esto advertimos estricta secuencia en el desarrollo histórico de la ciencia y la técnica. Ningún descubrimiento ni invención científica aparece antes de que se creen las condiciones materiales y psicológicas necesarias para su surgimiento. La obra creadora constituye un proceso histórico consecutivo donde cada nueva forma se apoya en las precedentes. Por lo que, las clases privilegiadas han dado un porcentaje considerablemente mayor de creadores científicos, técnicos y artísticos por tener precisamente en sus manos todas la condiciones necesarias para crear. Por muy individual que parezca, toda creación encierra siempre en si un coeficiente social, no hay inventos individuales, en todos ellos queda siempre alguna colaboración anónima.
Tomado de: la imaginación y el arte en la infancia (ensayo psicologico)
L. S Vigostky . Editorial Akali. Madrid, 2000.
